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Como neblina, llena de humedad,
llena de celo y de sed de sangre
avanza la viuda negra,
en los últimos estertores de la noche;
escudriña. busca, merodea
en busca del macho perfecto y apetitoso.



Va marcando el territorio con su carga
hormonal sedienta del nuevo trofeo
que se sumara a su período morbolunar
manjar de su labio como pan bendito.



Camina, imperdonable, vacía,
feroz en su marcha infinita
oscura en la oscuridad
brillante y clara en su alborada.



De noche, las hojas se quejan a su paso
y los insectos huyen despavoridos
ante tan tremenda verdad de la selva,
esta increíble homicida en potencia.



En una danza sin estrellas presentes
canta en silencio sus largas noches insomnes
espera…callada….espera... silente.
Y aunque sea lecho de oprobio…espera-




A lo lejos se aproxima, lleno de deseos
Y perfumado de sexo, desbordando
espermios por los poros de su cuerpo,
la víctima que caerá en sus ansiadas redes.



El macho llega, y se acerca a su viuda negra
le teme, retrocede… se acerca
deja que ella lo incite a lo inevitable
y la unión se produce en un espacio de tiempo
que nadie ni nada podría haber evitado.



Allí esta la Viuda Negra, ahíta de semen
llena de huevos, casi sonriente y casi humana
y bajo las ramas del árbol cómplice
cuelgan loas restos mortíferos
del que fue su amante.



Ahora la viuda negra, se alimenta,
se prepara para la próxima temporada
y ya ha logrado ser la Viuda Negra
Negra que por su libertad canta
entre mordiscos a la noche,
esperando que la próxima temporada
le depare, nuevamente, una noche
de Negras viudas o de Viudas Negras.


María Cristina Aliaga Luna
Chile-  Curicó ©



 

 

           

          

 

 

 

 

 

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