Yo no te he buscado en ninguna
tienda de antigüedades,
no he andado buscando imágenes de madera o de
yeso.
Yo, no deseo iconos que solo adornan una
pared
o llenan un espacio en el cuarto del
arrepentido.
Yo sé que estás en todo el espacio que mis ojos abarcan
y además en los lugares a los que no puedo
llegar.
Siempre estás… siempre allí.
Yo te encontré, dentro muy dentro de mí,
en este dolor que florece al ver el pálido
esqueleto
de la hambruna en el mundo,
en el trigo que no crece ni alimenta,
en los ojos vidriosos de los niños desnutridos.
¿Me creerías Jesús que te he encontrado
hasta en mis propias lágrimas cuando se
deslizan
como torrentes de pena por mis mejillas?
Te he encontrado hasta en mi propio egoísmo
de llorar por lo que me duele a mí, por lo que
me hiere a mí…
y luego me he dado cuenta que lo mío.
Cristo adorado, mi Cristo Negro, nada es,
si veo un poco más allá de mi misma.
Mi cristo negro, de hambre y de sed
reseco por fuera y tan húmedo por dentro.
Te he tenido siempre, mas te he buscado toda la
vida,
Te he buscado y los ojos de los niños, me dicen que allá
estás,
Que ya no sigues en la cruz- que a su lado permaneces--
pero el peso que llevas y llevamos, es peor que
ese cruel madero.
Porque los niños del “ Mundo Tercero”
llamado así por algunos “gobernantes”,
llevan en silencio tu cruz;
yo veo sus manitas en el madero sangrante,
veo sus pupilas fijas en tus ojos de esperanza,
amor y futuro verdadero, veo sus lágrimas
que son las tuyas, mi Cristo Moreno
y hasta veo ese cántaro de agua
que lleva en sus manitas un pequeñito dios
moreno
que quiere saciar tu sed.
Sí, tú obedeciste los deseos de un Padre
y padeciste los más atroces dolores
que hombre alguno pudo padecer, por obediencia,
por nosotros, para nuestra salvación.
Mas, mi Cristo Negro te apagas lento… lento,
porque te vas sangrando en hilillos morados
que es la pena enorme de tu frágil y enorme
corazón,
todo ello en la tierra sombría que ya no quiere
dar frutos,
que ya no llora ni se escurre por las peñas
rocosas
ni se atreve a tapar las heridas abiertas que
deja la sequía .
Mi cristo negro, desnudo, azotado, violentado;
aún en este siglo 21, exactamente igual que
hace 2000 años
la tierra no entrega nada .
El hombre no entrega nada.-
El jamás se saciará de usurpar la tierra que es
de todos
y pertenece a todos,
Consume y consume y mata niños, mujeres,
ancianas y hombres viejos.
De hambre, de sed, de explotación, de
vejámenes,
de humillación y de injusticias;
cosas que, seguramente jamás habrías imaginado.
Mi negro Cristo, mi Cristo negro
Yo sé que el sol y la inanición te han tostado la piel
y no solo la piel, te ha quemado hasta las más
íntimas fibras
Porque ahora tus lágrimas, ahora sí que son de
sangre.
Yo entendí tu miedo cuando dijiste
¡Padre, por qué me abandonaste?
Y luego te entregaste a tu destino, que no fue elegido por ti,
pero lo aceptaste como nos aceptas a nosotros.
Hoy, a solas en mi oficina, yo te hablo en silencio
porque me duele haberte hecho daño porque sin
saberlo
(yo también creo ser un humano.)
Pero no quiero ¿me entiendes?
No quiero ser aquel que explota hasta la
muerte,
que miente, que roba, que se mofa de un
infeliz,
que no ama a su prójimo...
No me gustaría ver los salientes huesos de los niños,
ni los colgajos resecos de las madres,
no quiero ver la mirada obnubilada del
moribundo ese,
que sueña hasta en el último momento
con un trozo de pan blanco, blando,
ese que jamás no conoció en vida,
el que sueño con agua, limpia, transparente,
clara ,
agua que apague la sed y sane las heridas de
aquel
que tiene que andar a gatas, de rodillas
recogiendo los granos que le lanzan.
Y los come, Cristo, los devora con ansiedad.
¡! Cristo, eso no es de ser humano!!
¡!Ay cristo, tanto , tanto, te han escrito
que mis palabras sonarán a nada.
¡!Pero debo decirlas.
Yo no debería soportar un rostro de niño
lleno de moscas, de costras, infecciones,
Yo… no debería llevar la vida que llevo, que no
es de lujo,
Pero me alimento y trabajo.
Aunque también he pagado mi sueldo en sangre
invisible
y dolores enormes, pero si pienso que ha sido
por ti …
Todo ha valido la pena..
Pero todavía puedo entregar el trozo de pan que
me das
y compartir mis penas y mis alegrías
¡!Ay Cristo, no sabes cuanto, cuanto te he amado!!
Cuanto he peleado por ti, por tu valor y por tu dolor.
Quizás, te enojes porque no entenderé jamás a tu padre
Ni quiero entenderlo.
Yo no te habría enviado a tan enorme
sacrificio,
Por nada ni por nadie. Mas tú, obedeciste,
como aquellos hijos que hoy no existen;
eso te costó el dolor más inmenso
que un ser terrenal pudiera soportar.
Entonces, me naces como el Cristo que he amado
toda la vida,
que no me equivoqué al amarte siempre.
Así como eres:
Enorme,. Divino, resplandeciente,
pero sigues siendo en mi alma dolida ...
Mi pequeño cristo negro,
Mi pequeño cristo de hambre
Mi pequeño cristo de enfermedades
Mi pequeño cristo de penas
Mi pequeño cristo de muerte.
Mi pequeño cristo de inanición,
Mi pequeño cristo de injusticias
Mi pequeño cristo de torturas
Y sigues siendo mi pequeño cristo de rosario costal..
Y mi dulce Cristo lleno de perdones.
¡!Ay Cristo, si pudieras bajar otra vez
aunque sea con ese dolor y esa pena húmeda
y coger esos pequeños cristos en tus brazos
y borrar aquella nube de sus ojos.
Pero ya no son nuestros niños
son los cristos de la “sociedad” o “suciedad”
Serán eternamente los cristos de los siglos por los siglos,
son los cristos de colgajos y de penas,
son los cristos de huesos transparentes
son los cristos que no deseamos y que sin embargo,
no podemos hacer que la tierra, no los deje
escapar.
Mi Cristo Negro,
Mi cristo de hambres ,
Mi Cristo de penas, aún así
no quería hacerte sufrir,
pero solo mi cristo negro
seria capaz de entenderme
Y yo ya me siento más cerca de ti
Mi Cristo sagrado...
mi divino cristo moreno.
Maria Cristina Aliaga Luna ©
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