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Bajo el cielo alguien murmuraba en silencio
y la tierra se quejaba con un dolor de sílaba muda.
Allá en la espesura de la selva, lloraba una niña
pequeña mujercita, alada y divina como un guijarro,
con un pecho pequeño tan lleno de temores.
¿Y dónde quedaban las plegarias y el quejido
y dónde estaba su madre y su padre?
¿Y sus sueños donde quedaron?
Solo la luna silenciosa y mítica la observa.
Suspiros entrecortados, se acrisolan en su pena
vuelve los ojos aterrados y sobre ella ve...
a la vieja de la aldea que manipulaba
herramientas para convertirla en mujer.
¿Se puede escapar de la infancia a los 7, a los 10 años?
se puede dejarla morir y convertirla de pronto
en una pequeña historia que se debate llorosa
entre lo humano y lo violento?

Pero aquel día no hubo cuchillos
sólo piedras afiladas y enmohecidas.
Abierta de piernas y a la fuerza,
la niña morena fue violada en sus derechos.
Extirpáronle los labios, el clítoris
para evitar que pudiera ser mujer.
¡ Por que es pecado sentir !
¡ Porque es pecado ser mujer !
Porque ella nació para ser esclava
y estiletes invisibles marcaron su destino,
porque nació impura ante los ojos de los hombres.
Y solloza la niña, solloza y el tiempo se detiene.

Y nadie, ni las campanas, ni los murciélagos,
ni el terciopelo del verdor, ni la agria alimaña,
pudo evitar que la niña, alargara su infancia.

Camino de vuelta, después de unos días,
pálida y ensangrentada caminaba las horas
y a su alrededor, como buitres,
los muchachos sonreían circuncidados
en su propio y anterior dolor.

La niña morena de ojos infantes y blanca sonrisa...
Camina en el triángulo sangrante de su propio silencio
y mientras la tribu salvaje se devoraba la noche,
y bebía celebrando aquella mutilación,
deshojada y bañada de estrellas,
encaminó sus pasos a la más alta cumbre
y con su cuerpo de mujer casi niña
alzó el vuelo y se llenó de estrellas.

Al día siguiente su cuerpo puro y lleno de metáforas
iba meciéndose en las verdes aguas,
cuna de sus ilusiones muertas,
cuna de una niña sin edades,
cuna de miedo llanto,
cuna de sueño y sangre,
cuna de pánico y tierra,
cuna de una niña olvidada,
cuna DEL TERCER MUNDO.

Y en ese crespor de olas y de aguas correntosas,
se fue la niñez de la niña morena, gavilla en flor.
Allá lejos, en la selva, los hombres,
bebían y cantaban esperando desflorar
pronto a las otras muchachas
ya mutiladas y ensangrentadas.



María Cristina Aliaga Luna
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